Desde que los primeros homínidos tomaron consciencia de sí mismos y lo inabarcable del entorno en que vivían, empezaron a hacerse preguntas sobre la razón de su existencia y su propia trascendencia. Para tratar de dar respuesta a esas cuestiones surgieron las creencias religiosas, cuya finalidad última es mantener en el ser humano la esperanza de perdurar de un modo u otro tras la muerte.
Y es que las personas necesitamos creer en algo, aunque ese algo sea vanagloriarse de no creer en nada, como sería el caso de los ateos. Otros prefieren creer en fantasías, como los seguidores del unicornio rosa invisible (que creen en una diosa incorpórea, a pesar de lo cual saben que es rosa). Y los hay que optan por aferrarse a algo más cercano –lo que facilita creer en ello–, como ocurre en el caso de los que profesan religiones personalistas, como la iglesia maradoniana, cuyo objeto de adoración es el exfutbolista argentino Diego Armando Maradona.
Para ver el artículo completo haga click aquí