Sala de Prensa

4 noviembre, 2021

Por qué deberías empezar a bloquear a determinadas personas en redes y Whatsapp

Noticia publicada en El Mundo con la opinión de Cristina Villasante, socia de ECIJA.

Bloquear contactos en redes o apps de mensajería instantánea es cada vez más frecuente incluso para romper con la pareja. Pasa factura, pero muchas veces es la única solución para dejar atrás relaciones tóxicas.

Acabo de descubrir lo mejor de no ser político. Antes tenía un montón de ideas al respecto, pero qué va, esto las supera a todas. Lo mejor de no ser político es que PUEDES BLOQUEAR A QUIEN TE DÉ LA GANA en redes sociales.

Porque resulta que ellos, los políticos, no: «Desde el momento en que un político o un funcionario usa una red social como un canal de comunicación no puede bloquear a los ciudadanos e impedir que publiquen opiniones, pues estaría coartando su derecho de libertad de expresión», explica Cristina Villasante, socia del área de TMT de Madrid del despacho Écija, especializado en tecnologías de la información, propiedad intelectual y privacidad. ¿Significa eso que un político que bloquea en sus redes a ciudadanos, en plan Trump Bolsonaro, está cometiendo un acto ilegal? No está tan claro, nos explica la experta: «Habría que valorar cada caso concreto para calificar la actuación de un político que bloquee la cuenta de un usuario (tipo de cuenta y forma de uso de la cuenta por el político, comportamiento del ciudadano, etc.)».

En cualquier caso, una cosa es bloquear en redes y otra distinta bloquear en Whatsapp, como hizo recientemente, y fue sonadísimo, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, a sus compañeros de partido Teodoro García Egea y cinco personas más del PP de Madrid. Porque Whastapp no es una red social, es un sistema de mensajería instantánea. Ahí, políticos y ciudadanos sin más estamos en situación de igualdad; ¿que no queremos que nuestro particular García Egea nos mande mensajes? Pues nada, bloqueamos y hasta luego.

Ah. Y que no venga nadie a decirnos que no tiene el mismo peso bloquear a miembros del Comité de Dirección del PP de Madrid que bloquear a la pesada de tu prima. En ambos casos estás jugando con fuego. Y además, a tu prima la tienes que ver en navidades.

LA NUEVA FÓRMULA DE HACER EL VACÍO

Bloquear en redes o en Whatsapp, o en ambos a la vez, es la forma contemporánea del clásico ‘hacer el vacío’ que antaño (y todavía hoy, me consta) se hacía en clase y en el trabajo cuando un compañero caía mal. Determinadas personas, o una sola, dejaban de hablarte, a veces durante años (sin ser conscientes del favor que te estaban haciendo en el fondo).

Su actual forma más extrema es el famoso ‘ghosting’, cada vez más utilizado a la hora de romper con tu pareja. Sin darle ni una sola explicación la bloqueas en todas las redes y de repente esa persona se queda, respecto a ti, como en un limbo, desubicado, pensando: «¿Dónde está mi churri? ¿Quién soy, de dónde vengo, adónde voy?».

Claro que siempre hay alguien capaz de perseguirte por los medios más inesperados. A día de hoy nadie ha superado en esto último al célebre exnovio de una tal Laura, que en vista de que ésta lo había bloqueado en todas las redes sociales y Whatsapp, usó Bizum, la app que se utiliza para enviar dinero, para enviarle mensajes (y dinero de paso, claro, porque si no envías dinero no puedes usar Bizum).

CUANDO EL BLOQUEO ES NECESARIO

A nadie le gusta que le bloqueen en redes, por supuesto. Es un shock, lógico. Lo ilógico es que si te han bloqueado, es decir, si han cortado toda comunicación contigo, tú insistas en comunicarte con el bloqueador. O que lo insultes. O que le envíes mensajes por Bizum. El problema de base está, explica José Ramón Ubieto, profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Educación de la Universidad Oberta de Catalunya, la UOC, en nuestra tendencia a confundir lo virtual con lo real. «Las redes no sustituyen a la realidad. Lo virtual puede evocar la presencia y ahí sí nos sirve, cuando nos evoca las conversaciones que tuvimos y las que tendremos, pero sirven de muy poco cuando se trata de sustituirla».

Dicho lo cual, el experto se muestra partidario de bloquear cuando hace falta: «El bloqueo en las redes sociales muchas veces va de mostrarle al otro que hay un límite para las manifestaciones de odio, de desprecio, de amenazas, etcétera. Así que puede ser, en muchos casos, una opción muy razonable para restablecer algunas normas y pautas de convivencia que también son necesarias en la escena digital». Conclusión: fuera remordimientos. Si tienes que bloquear a alguien porque consideras que te falta al respeto, te acosa, insulta tu inteligencia, te ofende con sus ideas, te molesta… adiós.

¿SOMOS INTOLERANTES POR BLOQUEAR?

Claro que antes de darle al botón de «Bloquear a Paquito» podríamos preguntarnos si este gesto no delata la pérdida de nuestra tolerancia a la diferencia. Paradójicamente, en una época en que a todo el mundo se nos llena la boca con lo inclusivo, ¿no estamos cerrándonos en círculos cada vez más ‘exclusivos’, donde todo el mundo piense lo mismo y no se tolere la menor disidencia? ¿Hemos perdido nuestra capacidad para mantener conversaciones desde puntos de vista distintos?

Alto ahí. «Pensar que las redes están concebidas para la conversación es quizás demasiado utópico. A lo mejor en un primer momento se tratara de eso, pero ahora vemos cada vez más que los algoritmos que finalmente son los que gobiernan nuestros vínculos en la red están pensados más bien para la repetición de lo mismo, porque están pensados desde una lógica del consumo. Twitter, por ejemplo, no es un buen lugar para la conversación, en todo caso lo es para la difusión de anuncios, de ideas, de propuestas… pero para la conversación hay otras fórmulas más interesantes, algunas, pocas, en la red, y otras, las principales en la presencia».

Vamos, que las redes no nos están convirtiendo en analfabetos de la discusión. «Analfabetos de la discusión puede que seamos, pero no por culpa de las redes, sino porque los seres humanos tenemos dificultades para el vínculo. Lo necesitamos por una parte, pero por otra nos cuesta renunciar a nuestra parte más autista, la más autoerótica o, si queréis llamarlo así, al egoísmo». ¿Un alivio?

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Cristina Villasante