Este artículo fue publicado en El Universal.
La estrategia de externalización de procesos a ubicaciones geográficamente cercanas, mejor conocido como nearshoring, ha cobrado gran importancia en los últimos años. Esta estrategia da reversa a aquella en la cual lo importante era ahorrarse hasta un cinco sin importar los costos de transporte ni la inestabilidad que pudiesen representar los gobiernos y políticas de países al otro lado del mundo de las empresas inversoras.
El nearshoring, a decir –atinadamente– de Juan Francisco Torres Landa, no es otra cosa que el contar con el mejor escenario posible: aminorar riesgos y contar con proveedores cercanos que aseguren cumplimiento en tiempos de entrega. Si bien México encuadra en ello, hay otros factores que forman parte de ese mejor escenario.
Ciertamente, y tal como lo apuntó el abogado especialista, no obstante que nuestra situación geográfica reporta el mayor porcentaje en las ventajas competitivas, hay otros factores que contribuyen. La red de tratados de comercio que México ha tejido; la estabilidad de la cual gozamos; la mano de obra calificada con la cual contamos, y la cual ya empieza a escasear, así como nuestra capacidad y calidad en investigación y desarrollo (I+D), también suman.
La I+D y las estrategias empresariales de externalización conllevan a una relación de beneficios y oportunidades mutuas; a un círculo virtuoso. Así, el sistema de ciencia y tecnología y el ecosistema de innovación mexicanos, y dentro de éstos, los centros públicos de investigación tienen en el nearshoring un gran aliado para despertar del letargo y pesadillas de la cuales han sufrido en los últimos años debido a la poca visión que de ellos se tienen y el rezago al cual han sido sometidos.
Los centros públicos de investigación tienen cabida en este mejor escenario. La colaboración entre éstos y las empresas nearshore puede generar beneficios mutuos. Por un lado, las empresas extranjeras pueden aprovechar la experiencia y conocimientos de los centros; por el otro, éstos pueden acceder a recursos financieros y tecnológicos que les permitan avanzar en número y complejidad de investigaciones y desarrollar proyectos de más envergadura.
Los resultados en I+D de centros como el CIMAV en Chihuahua; CIATEQ y CIDESI en Querétaro; CIATEC en León; CIATEJ en Guadalajara y, COMIMSA en Saltillo, ilustran cómo la colaboración de la que ahora el nearshoring está necesitado, ha resultado en proyectos exitosos, que se han traducido, y deberán seguirlo haciendo, en beneficios mutuos.
Las empresas nearshore se nutren de la tecnología para obtener los insumos necesarios para los productos que localmente se manufacturan; los centros se benefician no solo con ingresos, sino con la creación de laboratorios conjuntos de investigación, intercambio de investigadores altamente capacitados, inversión en infraestructura, y la posibilidad de licenciar derechos de propiedad intelectual.
A pesar de las oportunidades y beneficios que del nearshoring se desprenden, México enfrenta desafíos en cuanto a la inversión en ciencia y tecnología. Según estadísticas del INEGI, el gasto en I+D representa solo el 0.5%, esto es muy por debajo del promedio de la OCDE. Esta baja inversión, dificulta el avance científico y tecnológico del país y pone de manifiesto la necesidad de aumentar la financiación en este ámbito.
No podemos continuar con un presupuesto ridículo y vergonzoso para I+D, pues mientras la caja registradora de los centros empiece a sonar, hay que invertirle. Menos aún podemos someter a la ciencia y tecnología a ideologías y proyectos de nación ya superados. Las políticas públicas deben apuntar a colaboraciones como la aquí referida, para generar avances significativos y fortalecer la posición de México en la economía global del conocimiento.