Sala de Prensa

31 octubre, 2018

«Sectas en la red», artículo de Javier López, socio de ECIJA, para Byte.

Uno de los grandes peligros del cibermundo en el que vivimos es que encierra peligros ocultos de los que hay que protegerse. En realidad, no son muy diferentes de los que ya existían en el mundo off line, y sus víctimas, las más vulnerables, también son las mismas; pero tienen el agravante de que muchas veces, este tipo de sectas en la red, son más difíciles de detectar, además de que se lucha contra la falsa creencia que tienen algunas personas (en especial los más jóvenes) de que todo lo que viene de internet es cierto.

Teniendo en cuenta que los niños cada vez tienen acceso más temprano a la tecnología, su contacto con Internet y las redes sociales pronto se hace cotidiano, sin que esta celeridad se corresponda en muchos casos con la madurez suficiente para detectar los riesgos que implica esta actividad y protegerse de los delincuentes que pululan por el ciberespacio (pedófilos, estafadores, etc.).

Las sectas en la Red tienen el agravante de que son más difíciles de detectar

Como ha pasado en todas las generaciones, por razón de su edad, los jóvenes son más proclives a seguir las pautas de sus ídolos. En la época actual, más que actores o cantantes, los adolescentes prefieren ser fans de youtubers, instagramers, etc. En la mayoría de los casos, la actuación de estos influencers no esconde oscuras intenciones, limitándose a divertir y entretener y, en algunos casos, a recomendar y promocionar productos o lugares a cambio de compensaciones económicas o en especie, lo que entraría dentro de la lícita actividad en el tráfico mercantil.

Pero hay ocasiones en las que se trata de aprovechar la especial influenciabilidad propia de la juventud (a veces niñez) de su público, como se reprochó a dos conocidas influencers, que comenzaron haciendo vídeos de moda y maquillaje, para pasar a autodefinirse como “chamanas modernas” y ofrecer técnicas de espiritualidad (reiki, cartas astrales, etc.) a través de Skype, a cambio de contraprestaciones económicas.

Realmente peligrosos son algunos juegos que circulan por el ciberespacio como “La Ballena azul”. Se cree que tuvo su origen en Rusia, donde las autoridades policiales le atribuyen más de un centenar de suicidios de jóvenes, lo que sirvió de inspiración a la película “Nerve” (2016). El juego se viralizó a través de la web rusa VKontakte, que sería el equivalente a Facebook en ese país, y luego se extendió a otros lugares, habiendo tenido especial incidencia en países suramericanos como Colombia, Brasil, Chile, Bolivia o Uruguay.

Se trata de un reto difundido a través de redes sociales en el que el “guardián” o “curador exige al participante (la “ballena azul”) que realice pruebas de especial dureza. El primer reto consiste en escribir “F57” –la marca del grupo promotor de los suicidios– en alguna parte del cuerpo con un cuchillo u objeto cortante. A partir de ahí, han de superarse otros desafíos, como levantarse de madrugada y ver películas de terror, auto infringirse cortes y pinchazos en brazos y labios o subir a un lugar elevado y quedarse de pie en el borde durante más de veinte minutos; y así hasta completar un total de 50 niveles, consistiendo el último en saltar de un edificio alto, lanzarse bajo un tren o ahorcarse. En el ecuador del juego hay una prueba consistente en que el “guardián” le indica a la “ballena azul” la fecha de su muerte, que debe aceptar, debiendo continuar con las pruebas hasta culminar la última, perdiendo la vida.

El carácter proscrito y sectario de este juego viene evidenciado por el hecho de que existen grupos y perfiles en redes sociales con nombres alusivos al juego (algunos con miles de miembros) y que requieren autorización de ingreso por su administrador, para garantizar su carácter cerrado, sin perjuicio de que las 50 pruebas se exhiben en el apartado de información para que pueda ser visualizado por cualquiera que acceda.

No sólo existen juegos peligrosos, también sectas tradicionales que se aprovechan de la inmediatez y el anonimato de la Red

Debido a la preocupación por las nefastas consecuencias de este juego, surgió en Brasil (uno de los países más afectados) “La Ballena Rosa”, que se presenta como una alternativa a su homónimo azul, con una mecánica similar, pero con un enfoque positivo y de celebración de la vida. De esta forma, dispone también de 50 retos, como escribir un mensaje en la mano para alguien a quien se aprecie, hacer un amigo nuevo, hablar con letras de canciones, publicar una foto con ropa bonita o dibujar una ballena de color rosa. El último reto es, precisamente, salvar la vida de una persona, un animal o una planta.

Sin embargo, no es el único juego de retos online que generan este tipo de problemas, pues existen otros que pueden resultar igualmente peligrosos, como el “Ab Crack”, especialmente delicado en el caso de jóvenes con problemas de anorexia, donde se invita a moldear en el cuerpo un surco que separe el abdomen en dos de forma vertical, desde el pecho hacia abajo, para lo cual es necesario una severa dieta y la práctica de duros ejercicios físicos, además de la constitución física necesaria, pues no todas las fisiologías permiten que se pueda alcanzar este objetivo.

Otros ciberdesafíos peligrosos son el “Ice and Salt Challenge”, consistente en autolesionarse mediante quemaduras producidas al esparcir sal sobre la piel y colocar encima hielo, lo que provoca una reacción química que hace que el líquido congelado reduzca su temperatura hasta 21º bajo cero; el “Condon Challenge”, consistente en ponerse un preservativo en la cabeza, lo que puede provocar la muerte por asfixia; o la creciente afición por ser “rooftopper”, que son instagramers que arriesgan (y, a veces, pierden) su vida para hacer una fotografía en lugares elevados, peligrosos o de difícil acceso.

Los instigadores de estas conductas, esto es, los que animan y/o provocan que las víctimas lo hagan, estarían cometiendo, al menos, los delitos contra la integridad moral y de hostigamiento, castigados con pena de prisión de hasta dos años por los artículos 173-1 y 172 ter del Código Penal. Pero, si la víctima finalmente llegara a inmolarse por esta causa, estaríamos ante un delito de inducción al suicidio, sancionado con la pena de pena de prisión de cuatro a ocho años por el artículo 143-1 del código penal.

Entre estos peligros se encuentra también el de ser captado por auténticas sectas, como sería el caso de la joven alicantina Patricia Aguilar, que huyó de su casa en 2017 tras cumplir la mayoría de edad, para ir a la selva de Perú a convivir en condiciones infrahumanas con un supuesto gurú al que había conocido a través de Facebook cuando contaba con 16 años y, por tanto, aún era menor de edad. El líder de esta secta (“Gnosis”), autodenominado “Príncipe Gurdjeff”, llegó, incluso, a dejarle embarazada, al igual que a otras chicas captadas, habiendo alcanzado tal control sobre ella, que afirmaba encontrarse allí voluntariamente, de forma que habría sido muy difícil liberarle sin el empeño de su padre en recuperar a su hija.

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Javier López