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19 junio, 2024
España

¿Por qué la IA provoca miedo?

Tribuna de Javier López, socio de ECIJA, para Cinco Días. 

Lo que para una generación es escandaloso, para la siguiente es emocionante, para la siguiente es necesario y para la siguiente, simplemente, su realidad

En el primer cuarto de siglo se ha dicho que los datos personales eran el nuevo oro negro, ya que pueden explotarse mediante técnicas de deep learning o big data, con objetivos comerciales para ofrecer productos y servicios a los consumidores en función de sus gustos y preferencias, o para obtener informes sociológicos de la población con diferentes propósitos.

Dando un paso más, la Inteligencia Artificial (IA) nos ha elevado a otro nivel, en el que el tratamiento de datos ha cedido su puesto a la gestión de las emociones, superando el mero análisis de la información, para pasar a actuaciones más agresivas, en las que se orquestan campañas para impulsar sesgos o manipular la voluntad de las personas mediante fake news, por ejemplo, para generar movilizaciones sociales o alterar procesos electorales.

Estos fueron los peligros que se trataron en la reunión del G7 de Japón y en la Declaración de Bletchley de 2023, donde se fraguaron los acuerdos que culminaron en el famoso AI Act aprobado por la Unión Europea el pasado 21 de mayo de 2024. Y es que no han sido pocas las voces que se alzaron para alarmar sobre la IA y su explotación en el manejo de este nuevo activo de incalculable valor (las emociones), que ahonda en las mentes hasta el punto de poder afectar la toma de decisiones y modificar ideas sin que seamos conscientes de ello.

Siendo esto inexorable, también lo es que la IA aventura un apasionante futuro de aplicaciones, desde la automatización de procesos que eliminen el error humano, hasta el logro de avances en investigación científica, ahora inimaginables. Y es que, como ocurre con toda actividad humana, el problema no radica en el instrumento en sí, sino en el uso que se le pueda dar. En efecto, nadie duda de que un cuchillo es un artilugio necesario, aunque también puede ser usado para matar. Aun así, no parece razonable prohibir los cuchillos, sino sancionar el homicidio, ya sea con un cuchillo o cualquier otro medio.

Aunque es inevitable que la realidad galope por delante de las concretas normas que la regulan, el derecho, en aplicación de la hermenéutica, debe ser capaz de aportar una solución jurídica mediante los principios que lo inspiran, de forma que donde hay una misma razón, hay un mismo derecho. En este sentido, el citado AI Act establece para la IA similares prevenciones a otras medidas intrusivas (como la interceptación de las comunicaciones), tales como la restricción a determinados delitos, limitación temporal y espacial, y la necesaria autorización judicial.

Y es que los miedos que anidan en lo profundo de nuestro cerebro reptiliano siembran dudas cada vez que se perturba nuestra zona de confort. Probablemente, cuando aparecieron los grandes descubrimientos que han forjado nuestra civilización (fuego, alquimia, matemáticas, etc.) surgieron detractores contrarios a su utilización, por recelo o ignorancia, arguyendo que estaban reservados a los dioses o que había que centrarse en cosas importantes como guerrear con otra tribu, en lugar de perder el tiempo buscando nuevos conocimientos. Pero, aunque tenían sus riesgos (palabra en la que pivota todo el AI Act), no cabe duda de que contribuyeron al progreso que ha llegado hasta nuestros días.

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Javier López