Para mí, “eso” de las marcas es un gasto
Por Mike Margáin para El Universal
En pleno 2024, resulta preocupante la poca relevancia que se le da a la propiedad intelectual (PI) en México, tanto en el ámbito público como en el empresarial. Mientras que en otras partes del mundo la PI es un motor clave de desarrollo, en nuestro país todavía —por desgracia— se percibe como un gasto. Hoy, los activos intangibles como las marcas, las patentes y los derechos de autor constituyen gran parte del valor empresarial. Sin embargo, este activo sigue siendo subestimado, lo cual es especialmente alarmante en un entorno donde la innovación y la competitividad global son esenciales.
La semana pasada, durante una llamada con el director ejecutivo de una empresa mexicana transnacional, surgió un tema que me dejó reflexionando. Aunque mencionó la importancia de sus marcas y la protección de ellas para servicios adicionales a los que constituyen su actividad principal, me dijo: “para mí, eso de las marcas sigue siendo un gasto”, una afirmación que subraya la falta de visión estratégica que prevalece en algunas empresas. En un contexto donde las marcas son el activo más valioso de una empresa, entenderlas como un simple gasto revela una falta de visión estratégica.
No se trata de gastar en marcas, sino de invertir en ellas. Las marcas son mucho más que un logotipo o un eslogan; son la base sobre la cual se construyen relaciones con los consumidores. Su valor se multiplica con el tiempo cuando están adecuadamente protegidas y gestionadas. Es importante subrayar que las empresas más valiosas del mundo —Apple, Microsoft, Google—deben gran parte de su valor a sus activos intangibles, como las marcas y el capital intelectual.
Hasta la década de los 80, los activos tangibles representaban 80% del valor de una empresa, mientras que los intangibles, incluida la PI, apenas representaban 20%. Hoy esa proporción se ha invertido: los activos intangibles representan 80% del valor de las empresas. Alibaba, el mayor minorista del mundo, no posee tiendas físicas; Uber, la mayor “empresa de taxis”, no posee autos, y iTunes sólo ofrece grabaciones digitales de música, lo que pone de relieve el inmenso poder de los activos intangibles en la economía moderna.
A nivel global, las industrias basadas en la PI son cruciales para el crecimiento económico. En la Unión Europea, estas industrias generan casi 50% del PIB y hasta 70 millones de empleos. En México, las industrias que protegen sus derechos de PI contribuyen con un poco más de 40% del PIB; generan más de 18 millones de empleos (35% del total) con salarios 18% más altos que aquellas industrias que no los protegen. También desempeñan un papel crucial en el comercio exterior, representando más de 70% de las exportaciones e importaciones del país.
La todavía falta de interés en la PI por parte del sector privado es solo una parte del problema. Si las empresas mexicanas, que deberían ser las mayores defensoras y usuarias del sistema de PI, no ven el valor de proteger sus activos, ¿qué podemos esperar del sector público? Además, el panorama judicial en México se enfrenta a propuestas de elegir a jueces por votación popular, lo que podría desviar el enfoque de la especialización necesaria para manejar temas de PI.
Nos encontramos en un momento crítico, donde los empresarios y las instituciones públicas deben colaborar para fortalecer el ecosistema de PI en el país. En lugar de ver la protección de activos como un gasto, es necesario reconocer que la PI es una inversión para el futuro, tanto para las empresas como para el país. Si los empresarios no priorizan la protección de sus activos intangibles, será difícil competir en un mercado globalizado que avanza rápidamente en materia de innovación.
La PI no es un lujo ni un simple gasto: es la clave para el crecimiento sostenido, la competitividad y la creación de valor. Si el sector privado no lidera esta transformación, el futuro de la PI en México seguirá siendo incierto. Y con ello, también lo será el futuro de las empresas mexicanas en el mercado global.