Cómo funciona un ataque de ransomware y qué medidas debe tomar una empresa para prevenirlo
Artículo escrito por Ana Luengo del área de Derecho Penal Económico.
Entendemos por ransomware, una forma de software malicioso cuyo propósito principal es impedir el acceso legítimo a los archivos almacenados en dispositivos informáticos tanto a nivel individual como organizacional.
Este bloqueo se lleva a cabo mediante técnicas de cifrado aplicadas a los datos del usuario y es seguido por una exigencia económica por parte de los atacantes, quienes solicitan un rescate para liberar la información.
Así, la situación coloca a las víctimas en un escenario complejo en el que el pago suele presentarse como una vía aparentemente rápida y menos costosa para recuperar el acceso, aunque implica riesgos significativos.
De esta manera, la actividad delictiva relacionada con el ransomware se enmarca en el concepto más amplio del cibercrimen, que abarca todas aquellas acciones ilícitas cometidas a través de tecnologías digitales y redes informáticas. Este fenómeno forma parte del conjunto de amenazas que afectan a la integridad, seguridad y disponibilidad de los sistemas tecnológicos contemporáneos.
El presente artículo se enfoca en esta modalidad particular de ataque dada su elevada incidencia e impacto en la actualidad.
En tiempos recientes, el ransomware ha evolucionado hasta convertirse en uno de los tipos de malware más frecuentes y dañinos. Algunas de sus variantes más sofisticadas no solo bloquean el acceso, sino que además sustraen información confidencial con el fin de ejercer presión adicional mediante la amenaza de divulgar los datos en caso de que no se efectúe el pago.
Numerosos casos recientes evidencian el potencial disruptivo de estos ataques, que pueden generar consecuencias económicas, operativas y reputacionales de gran magnitud tanto en el sector público como en el privado.
El desarrollo de un ataque de ransomware se compone de varias etapas, la primera de ellas corresponde a la infección, que puede originarse a través de correos electrónicos fraudulentos, descargas desde sitios inseguros, fallos de seguridad en software obsoleto o dispositivos externos contaminados.
Una vez que el sistema ha sido comprometido, el malware se activa de manera automática y procede a cifrar los archivos esenciales afectando desde computadoras individuales hasta redes empresariales completas.
A continuación, se presenta una exigencia económica con la promesa de entregar la clave para descifrar los archivos, sin que exista garantía de cumplimiento por parte de los atacantes, lo que añade incertidumbre y peligro a la decisión de pagar. El pago además de no asegurar la recuperación de los datos incentiva la repetición de esta práctica delictiva.
En conclusión, el ransomware representa una amenaza en constante crecimiento caracterizada por su capacidad de causar graves perjuicios a organizaciones de cualquier tipo y tamaño.
Frente a esta amenaza resulta imprescindible que las organizaciones adopten políticas de ciberseguridad robustas y bien estructuradas, que integren acciones preventivas junto con un mecanismo de detección y respuesta.
Así, mediante una combinación adecuada de acciones preventivas, formación interna, soluciones tecnológicas y planes de respuesta, es posible reducir significativamente sus efectos.
Y es que, la prevención requiere la capacitación continua del personal para identificar riesgos en la aplicación de políticas de control de acceso, en la actualización periódica de sistemas y en la correcta segmentación de las redes para limitar la propagación de posibles infecciones.
También es clave controlar los accesos externos por parte de proveedores y colaboradores externos.
En el ámbito de la detección y respuesta, resulta prioritario el uso de herramientas de monitoreo continuo, la implementación de sistemas de alerta temprana, el diseño de planes de contingencia y la realización periódica de simulacros que permitan valorar el nivel de preparación ante incidentes reales.
Elementos como la copia de seguridad, regular la gestión adecuada de accesos y la actualización de sistemas, deben ser considerados pilares básicos dentro de una estrategia integral de defensa.
Una de las acciones fundamentales para prevenir las consecuencias graves de un ataque informático, es la implementación de un sistema eficaz de copias de seguridad, así como también, contar con respaldos actualizados y almacenados en ubicaciones seguras, constituye una defensa clave que permite recuperar la información comprometida sin necesidad de acceder a las demandas de rescate impuestas por los ciberdelincuentes.
Ha quedado demostrado, que las organizaciones que integran esta práctica dentro de su política de ciberseguridad suelen presentar una capacidad de recuperación mucho más ágil tras un incidente.
Otro aspecto esencial consiste en mantener una estrategia de seguridad proactiva basada en la actualización constante de los sistemas tecnológicos.
Una gran parte de los ataques, aprovechan vulnerabilidades existentes en programas que no han recibido los parches de seguridad correspondientes. Por tanto, hay que asegurar que todas las plataformas y aplicaciones utilizadas en la infraestructura digital de la empresa se encuentren protegidas mediante las últimas actualizaciones y con ello, disminuirá significativamente el riesgo de exposición.
El uso de tecnologías avanzadas de vigilancia digital es igualmente determinante en la detección oportuna de amenazas.
Establecer sistemas de monitoreo permanente permite observar el comportamiento de la red en tiempo real y detectar patrones anómalos o actividades inusuales que podrían estar relacionadas con intentos de infiltración.
Una respuesta temprana basada en la información proporcionada por estos sistemas puede evitar daños mayores o incluso neutralizar el ataque antes de que se materialice.
También, las auditorías y pruebas de penetración realizadas de forma regular representan otro pilar fundamental en la prevención de ataques. A través de estas evaluaciones, las empresas tienen la oportunidad de identificar vulnerabilidades ocultas en sus sistemas y corregirlas antes de que sean explotadas maliciosamente.
Este enfoque preventivo, fortalece la estructura general de seguridad y reduce la superficie de ataque expuesta a los ciberdelincuentes.
Por último, la protección frente a amenazas como el ransomware requiere un enfoque integral que combine buenas prácticas operativas, tecnología adecuada y una actitud proactiva en la gestión de riesgos digitales.
Finalmente, en cuanto a nuestro Código Penal, estos conceptos se encuentran regulados en el artículo 197 ter, este artículo sanciona las conductas que atentan contra la privacidad de las personas incluyendo el acceso sin consentimiento a documentos comunicaciones o datos personales protegidos. Busca evitar que terceros vulneren la esfera privada de los individuos ya sea mediante espionaje grabaciones interceptaciones o difusión no autorizada de información confidencial en un contexto donde la protección de la intimidad es esencial en la vida personal y profesional
Y por otra parte el artículo 264 del Código Penal, este artículo busca proteger los entornos digitales frente a ataques o manipulaciones no autorizadas que puedan afectar negativamente a particulares empresas o instituciones públicas Al sancionar conductas como el borrado la alteración o el deterioro de datos se pretende garantizar la seguridad y fiabilidad de la información digital en una sociedad cada vez más dependiente de la tecnología.