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16 noviembre, 2020

Este artículo fue publicado por Revista Byte TI.

Atrás quedó la imagen romántica del galeno con su maletín, cuyo mayor activo para sanar a sus pacientes era la experiencia ganada con los años y su intuición profesional para aplicar remedios y recetar fármacos al estilo del Doctor House. Afortunadamente, hoy en día, los facultativos además de con su talento, pueden contar con medicamentos y tecnologías que sus colegas de antaño jamás hubieran podido soñar.

En esta línea, también se está aplicando el Deep Learning a la tecnología sanitaria, como es el caso del proyecto cofinanciado por la Comisión Europea “Deep Health”, cuya finalidad es proporcionar potencia informática de alto rendimiento HPC (por sus iniciales inglés, high-performance computing) y tecnología Big Data al servicio de aplicaciones biomédicas, así como aplicar técnicas en conjuntos de datos biomédicos grandes y complejos para apoyar nuevas formas de diagnóstico, seguimiento y tratamiento de enfermedades. En la misma línea estaría el sistema desarrollado por Google y la Universidad de Northwestern (Estados Unidos) para el diagnóstico temprano del cáncer de pulmón, enfermedad que mata a un millón de personas al año en el mundo.

Pero no solo existen estas soluciones, pues también se están produciendo importantes avances en hardware para fabricación de marcapasos y otros implantes, como miembros con microprocesadores conectados a las articulaciones, ojos biónicos capaces de transferir señales eléctricas al cerebro, como los desarrollados por las Universidades de Monash (Australia) y de Harvard y Minnesota (Estados Unidos), exoesqueletos robóticos, así como bioimpresoras 3D para fabricación de prótesis, férulas a medida y otros productos sanitarios, incluso órganos y medicamentos.

Asimismo, los avances tecnológicos también han modificado las intervenciones quirúrgicas, con la intención de que sean lo menos intrusivas posible, habiéndose perfeccionado técnicas como la laparoscopia, que es una cirugía mínimamente invasiva en la que se realizan tres incisuras en la pared abdominal por las que introduce una videocámara diminuta (para visualizar el interior del abdomen), dióxido de carbono (para abombar el abdomen, que tiene la ventaja de que no es inflamable cuando se usa el bisturí eléctrico y puede eliminarse fácilmente) y otros instrumentos como pinzas o bisturís.

Y para contribuir a minimizar el riesgo de error en las intervenciones y hacer que sean más precisas, rápidas y seguras, desde 2010 se ha venido generalizando el uso de robots quirúrgicos en determinadas intervenciones. Sigue leyendo el artículo. 

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Javier López