El propósito empresarial: una mirada más allá del cumplimiento normativo
Artículo de nuestro socio directo de ECIJA, Alejandro Touriño, para «The Objective«, en colaboración con Noaway.
La sostenibilidad, en su sentido más amplio, no es una opción; es una obligación moral y estratégica
Vivimos tiempos de profunda transformación en todos los ámbitos: el económico, el social, el político y, por supuesto, el empresarial. En un contexto global donde las demandas de los consumidores, la regulación y las expectativas sociales evolucionan rápidamente, las empresas no pueden limitarse a cumplir con su función tradicional de generar beneficios. A día de hoy, una compañía que aspire a liderar su sector debe ir más allá de la excelencia técnica y tiene, de manera imperativa, que contar con un propósito. Un propósito que no responda solo a un reclamo publicitario, sino a un compromiso real con unos valores sociales, medioambientales o éticos.
Este propósito debe ser el eje sobre el cual gire toda la estrategia empresarial de la compañía, guiando las decisiones empresariales y las relaciones con clientes, proveedores y empleados. Las empresas que solo se enfocan en la maximización de beneficios a corto plazo están destinadas a quedar atrás en sus mercados, ya que es un hecho indubitado que clientes, proveedores y empleados valoran cada vez más el impacto social y ambiental de las compañías con las que eligen interactuar. En el mundo actual, no basta con ser rentable, sino que es necesario ser empresarialmente responsable y sostenible en todas las dimensiones del negocio.
Una empresa con propósito no surge de la noche a la mañana. Su configuración implica una visión transformadora de la estrategia del negocio. Hoy más que nunca, las compañías deben ser conscientes de que el propósito debe ser la guía que oriente todas sus acciones, no solo su comunicación externa. En un mundo globalizado, donde la información es accesible al instante y las redes sociales permiten que nuestros stakeholders se conviertan en jueces implacables de las acciones de las marcas, ser responsable no es solo una cuestión de ética, sino una necesidad estratégica. Las empresas que no asumen su responsabilidad social y no están comprometidas con el bienestar de la comunidad están abocadas al fracaso.
El marco regulatorio actual refuerza aún más esta necesidad de transformación. Vivimos en un entorno de hiperregulación, donde el cumplimiento normativo no debe ser visto únicamente como un requisito que se cumple por obligación, sino como una oportunidad para mejorar de manera continua. La normativa es cada vez más exigente, pero también puede ser un motor para la innovación, el crecimiento y la creación de valor a largo plazo. Las empresas deben entender que cumplir con la ley, ser transparentes y actuar con ética no solo las posiciona como responsables, sino también como líderes capaces de diferenciarse de la competencia en un mercado cada vez más consciente de los desafíos globales.
En este sentido, la reflexión de la catedrática emérita de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia, Adela Cortina, es absolutamente pertinente. En un discurso reciente, pidió a las universidades que apostaran por la «excelencia con alma». Debemos aplicar una idea similar a las corporaciones, verdaderos agentes continuistas de la universidad. Las empresas de hoy, especialmente aquellas que buscan liderar sectores innovadores, no pueden quedarse únicamente en la excelencia técnica. Deben incorporar en su ADN una visión ética que las impulse a contribuir de manera activa al bienestar de las personas y al progreso social. La «excelencia con alma» implica trabajar para lograr el máximo rendimiento, pero siempre bajo la premisa de que ese rendimiento no debe ser a costa del bienestar de quienes componen la organización ni del entorno que nos rodea.
La sostenibilidad, en su sentido más amplio, no es una opción; es una obligación moral y estratégica. Si una empresa quiere sobrevivir y prosperar en el futuro, debe integrar la sostenibilidad en su modelo de negocio, desde el respeto por el medio ambiente hasta la equidad social y el compromiso con el desarrollo de sus empleados. Las empresas con propósito no solo generan valor económico, sino que contribuyen a un mundo más justo y equilibrado. Y ese valor no debe verse solo en términos financieros, sino también en el impacto positivo que tienen en las vidas de las personas y en la sociedad en general.
En resumen, las empresas que no desarrollen un propósito claro y una responsabilidad social genuina no solo estarán perdiendo una oportunidad de crecimiento, sino que estarán hipotecando su futuro. Solo a través de un propósito sólido y auténtico, y sin limitarse a cumplir con lo reglamentario, podremos avanzar hacia un futuro sostenible, tanto para cada una de nuestras empresas como para la sociedad en su conjunto. Al igual que las universidades deben aspirar a la «excelencia con alma», las empresas deben aspirar a un liderazgo que esté basado en principios, ética y compromiso social. Solo así podremos garantizar un futuro próspero y justo para todos.