8 junio, 2020
Este artículo fue publicado en El Economista.
Reza la leyenda que, cuando Alejandro Magno se dirigía a conquistar el Imperio persa, en el 333 a. C., se enfrentó al reto de desatar el conocido como ‘nudo gordiano’, una suerte de madeja indescifrable que ‘el Grande’ solventó cortando con su espada, afirmando al tiempo que lo mismo era desatar que cortar.
Pues en esas se encuentra, si me permiten la analogía, el legislador en el plano tecnológico-laboral, a quien le corresponde la difícil tarea de dar respuesta a una nueva realidad laboral, que regule la relación entre plataformas y riders, entre compañías como Uber Eats, Deliveroo, Glovo y compañía y repartidores que, ataviados con bicicletas y coloridos cajones, reparten comida por las ciudades de media Europa.
La situación a fecha de hoy es a mi juicio insostenible. El fin del Derecho no es otro que aportar seguridad jurídica a los justiciables, esto es, que cada uno de nosotros, individuo o empresa, conozcamos en cada momento las consecuencias jurídicas de nuestros actos.